La técnica que utiliza Mercedes Gaspar tanto en éste trabajo, como en el resto de su filmografía de animación, es la pixilación, o rodaje foto a foto. Esta práctica básica del cine de animado consiste en registrar, fotograma a fotograma, tanto imágenes dibujadas, fotografías, como otros objetos inertes, para aparentar después su movimiento en la proyección. Se ruedan un par de fotogramas y sin mover la cámara se modifica sutilmente el estado o la posición del objeto. Repitiendo el proceso sucesivamente se consigue una acumulación de momentos estáticos produciendo el movimiento (que no existía durante la toma) en la proyección consecutiva de dichos fotogramas estáticos. «Me doy cuenta de que a veces me interesa más lo representado que la vida real, me gustan más los símbolos, los iconos, las fotografías, y cualquier tipo de representación, que ofrece una detención, una selección y una fijeza, un punto de vista, que se escapa de la aglomeración, velocidad y caos de lo real».

“El sabor de la comida de lata”, «que fue el primero que empecé a rodar, pero que no terminé hasta el año 1998», fue naciendo al mismo tiempo que “Las partes de mí que te aman son seres vacios”, “Esclavos de mi poder” y “El sueño de Adán”. «Porque todos los cortos de animación los escribí tras rodar “Su primer amor”, y estuvimos trabajando a la vez, con parte del equipo interesado en la animación, con la idea de hacerlos como una serie». En esta obra Mercedes Gaspar parece homenajear a la cinta más célebre de Chomón “El hotel eléctrico” de 1908. Un hotel donde los objetos, al igual que en “El sabor de la comida de lata”, poseen vida propia (cepillos que peinan solos, zapatos que se desabrochan a sí mismos, muebles que deambulan por el piso, etc.), aunque en la pieza de Mercedes Gaspar no existan sujetos.

Aunque su fascinación por la comida enlatada comenzó en la infancia, «cuando mi hermano y yo, fuimos a comprar algo para comer y encontramos todo lo que se vendía, ya hecho y en lata, y con unas hermosas fotos en las cajas, y no entendíamos como se podía perder tanto tiempo, si te vendían lo mismo, ya preparado. Y bastaba un abrelatas, para obtener el resultado. Así que en un momento de arrebato, compramos todo lo que pudimos… y luego tuvieron que ir a devolver gran parte de nuestra compra, porque en mi casa no les pareció que la comida enlatada fuera sana».